miércoles, 12 de noviembre de 2008

Compleja

Las piernas cruzadas en una clara posición de feminidad. El pie izquierdo, en puntas, toca el piso; el otro –filosófico- se tambalea en el aire, tiembla levemente, apenas es un pie.
Por arriba de la mesa ella lee, toma el libro con una sola mano, con la agilidad de quien lo hace a menudo. Apoya la espalda en el respaldo, tiene el libro con la derecha y mantiene el pulgar entre las páginas como separador. La mano izquierda sostiene su cabeza, la frente de su cabeza, el peso de su cabeza.
Sus zapatillas son blancas, decoradas con garabatos negros desprolijos. Hay algo de moda en ese diseño. La remera es la prolongación de las zapatillas, mismos colores, mismos garabatos. Tiene la combinación ensayada para no tener que pensar qué ponerse cada mañana.
Todavía lee y yo la miro, las personas que leen me resultan hipnóticas.
En un momento levanta la cabeza y se acomoda los anteojos. Siente cómo le va doliendo la vista y por dentro insulta la tradición en la miopía de su familia materna.
Valeria es sofisticada. Lee en inglés, pide los cafés con el nombre italiano (mocaccino, ristretto, capuchino), pasea a su perro cuando cree que va a llover…. y mientras lee, escribe. Le discute al autor, siempre en silencio, la utilización de tal o cual palabra. Siente tener el derecho a ser soberbia.
Por ese entonces el pie danzante se detiene. Apoya ambas zapatillas en el piso y de un movimiento rápido se saca los anteojos, que luego guarda en el estuche. Cierra el libro y mete todo en la cartera, cartera blanca garabateada en negro, por supuesto.
Se para y va a la caja a pagar, Valeria no espera a que los mozos la atiendan, odia esas situaciones porque no sabe si leer o no, la amenaza de la pronta interrupción no la deja concentrarse.
Paga y pregunta por el baño. Tiene un apuro súbito por irse del bar, como si las líneas de su novela la hubieran espantado. No obstante, la biología manda.
Se acerca al baño, mira la puerta y el cartel colgado, la M mayúscula en medio de esa entrada. Va a entrar y se frena. ¿Mujeres?, se pregunta. ¿Esa M es de mujeres?, ¿no será de masculino?...bien podría serlo, piensa satisfecha. Entonces busca la otra opción, esperando encontrar la F del femenino, pero no. El custodio en ese otro baño es una H. Valeria se decepciona y decide entrar por la primera puerta.
Estira la mano y, al tocar la madera pintada de rojo, se contrae. ¿M?, reflexiona. Y después concluye: ¡Macho!... M de macho y H de hembra, ¿por qué no?.
Justo en ese instante glorioso en el que ella descubre la ambigüedad de los carteles, un chico pasa corriendo por su lado y entra sin pensar al baño tras la letra H.
La seguridad del nene la indigna, ni siquiera es hombre, dice, ni siquiera es hombre. Y entonces olvida su necesidad biológica y se va del bar a las puteadas.

martes, 4 de noviembre de 2008

La voz del poema

Hay sensaciones que hay que tener. Yo, sin ir más lejos, nunca había leído una poesía en público hasta este sábado. Guau!, si habrá sido fuerte la sensación que hasta creo que justifica la expresión "GUAU" en un texto.
Fue el sabado 1° de noviembre en la Gráfica Patricios, allí se leyó poesía durante toda la tarde sin cansancio. El motivo: exponer el trabajo relizado en los distintos talleres de poesía que coordina (increíblemente, a mi gusto) Romina Freschi. (pajaroslocos.blogspot.com.ar).
No es que tenga intención periodística, como parece expresar mi tono, sino que por momentos es importantes contextualizar, y más aún cuando hay responsables concretos de la felicidad de uno. Otra vez GUAU, no siento ser yo el que expresa tanta energá positiva.
Eso es, energía positiva... leer una o dos líneas basta. Un verso, micrófono de por medio, y la voz de uno flotando distinta en la inmensidad. Quedan al medio suspiros de aire que desgranan el cuerpo y lo hacen polvo cósmico. De la materia sólo queda el alma. El alma entonces es materia.
O tal vez exagero por mi fervoroso debut oral. La garganta confunde al pensamiento cuando se irrita de poesía. Yo, repito, tal vez todo lo exagero. De todos modos la vida se comprende cuando dentro hay poesía.