domingo, 27 de septiembre de 2009

Guía práctica para entender la metáfora

Que me juzguen los letrados, la poesía es bosta. Así como lo digo, bosta, excremento salido del más animal de los culos. Bosta, bosta en sentido estricto: algo se ingiere (supongamos pasto), se mastica, se mete entre las muelas, molesta al paladar, raspa, y se termina por tragar; pasa por el esófago, la tráquea, el colon (se entiende que la idea es citar a la medicina a riesgo de no ser fielmente científico)… y al fin se digiere; y al tiempo se elimina, se dilata y contrae el esfínter, y sale en forma de bosta el pasto ingerido aquel. La poesía es esa bosta. Aquí termina la metáfora (la escatológica metáfora) y empieza la explicación, innecesaria por cierto, pero práctica.
La expresión contenida en cada una de las líneas de un poema, la significación implicada en el total de la poesía, se reduce a ese material que entró en uno sin permiso y nos revolvió, para bien o para mal, los órganos ya mencionados (o los que en verdad se vean involucrados en el proceso de digestión). Todo lo que comemos, “comemos” opera como metáfora de “lo que nos pasa”, va afectándonos el organismo, “organismo” opera como metáfora de nuestra vida, o mente, o psicología, o vida interior, o humor, o simplemente organismo.
Eso que nos va pasando entonces nos modifica, nos engorda, nos enlentece, nos alegra, nos molesta (la posibilidad de que nos “engorde” hace referencia a la metáfora anterior en la que “cosas que pasan” era reemplazado por “lo que comemos”).
Entonces la materia se va digiriendo -entre líneas digo aceptando, madurando- (entre líneas es metáfora de “es metáfora”). Hasta que se va aprehendiendo eso que fue modificándonos.
Luego llega un día en que eso, todo eso o parte de eso -eso no es metáfora-, sale por nuestro querido y casi testicular ano, o trasero, o culo, o –metafóricamente hablando- trastienda.
Eso que salió, ese producto, bosta en el caso de las vacas, es nuestra poesía. Nuestra poesía, mejor dicho, nace así, como sale nuestra mierda. Es el resultado de un sistema digestivo, de una alimentación anterior, y de una explosión expresiva ulterior (casi metáfora del acto de defecar, en este caso metáfora de “escribir un poema”).
También puede que el poeta sea un fingidor (eso es la “bosta”, buena bosta, de Pessoa), y que no haga falta todo ese proceso de asimilación y digestión del que hablé antes.
Qué sé yo, digo por decir nomás, a ver si algún despistado entiende de una vez por todas qué es una metáfora y deja de preguntar “¿cómo que la juventud es la flor de la vida?”. A ver, de paso, si algunos otros dejan de hacerse los filósofos por explicar de manera rebuscada el significado de la palabra metáfora. A ver, digamos, si al leerme me doy cuenta de mi estupidez.

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