lunes, 7 de septiembre de 2009

Los barcos



Que los versos sean por amor
y arrastren sueños
si es que han de arrastrar algo









Primero decidieron de a dos
seguir pensando de a uno,
y dieron al sonido del silencio un motivo
y una ausencia.
De ella nada se sabe
mas que el bienestar y el sueño
y alguna que otra mención de ante pasado.
Él quiere pensar que es cierto
acertado
y hacer como si nada:
vivir, menospreciar y encandilarse.
Puede también entretenerse
y leer solo el tiempo que antes leía con ella
y más tiempo también.
Incluso puede soportarlo.
Desde el fondo evita el pero
jura que lo esquiva, que lo frena
y sin embargo llega
tarde o temprano
como si fuera una estación más.
Lo que no puede es todo el resto
saber que hay resto
o saber que en realidad sí puede.
Imagina que es un lagarto
pegado al piso
arrastrándose por el barro
que es su mármol habitual
y tosiendo infantilmente.
Es el lagarto de piel curtida,
de estómago de roca
de barro tatuado a las claras de un amor.
Ve partir un barco con sus ojos de esquimal
en piel de reptil en pies de cocodrilo en jaula de pantano
y recuerda el verso que no existe
la sinfónica batracia que lo hizo hacerse rana
lagarto o coyote
y ya nunca más humano.
Cuando aun recordaba los nombres
veía irse el barco y pensaba en barco y en despedida
“en qué se convirtió el perfume de mi cuarto con cama y edredón”
llegó a decir
cuando aun recordaba los nombres.

Hoy es corvina o calamar
y escribe por amor desencajado,
sabiendo que existe un motivo
y que por más que quiera negarlo
-calamar astuto-
la corvina melancólica usa tintas de su otro yo
y se expone al riesgo del poema
pensando que tal vez sea cierto
que lo escrito en agua se evapora.

No hay comentarios: