viernes, 6 de noviembre de 2009

Un viernes muy tarde

Qué triste, ¿no?, la vida de alguien que mira tantas horas la pantalla del messenger,
Y ni siquiera sabe qué busca...

martes, 6 de octubre de 2009

Para una cartografía sensible

En lo tibio y lo profundo (no tan hondo) en lo estimado en lo siniestro en el trazo azul o rojo o verde en la altura media de la palabra “luciérnaga”. Danzante en la dicción cómodo en lo vacuo hermoso de por sí por ser o estar un ruido tan a palabra tan a cosa y bello en tanto ruido también. El arte o las palabras son lo mismo siempre y cuando no exista soliloquio de sentido ni de forma ni de juego. El límite impreciso es el inútil y vago conocer de los poetas que tal vez lo desconocen que por ahí o por otro lado –la otra orilla¬– lo descubren y revuelven. Depende el día tal vez o no depende. La poesía no gana por cansancio. Flota pura ríe por hambre goza ante la sombra en la cara del que escucha que en vez de pura el poeta dijo puta, ¿dijo puta? ¡Dijo puta! La poesía es viva es piola es una rosa que es símbolo de lo que nunca fue parecido a una rosa y es bastarda y huérfana y escurridiza. Vive en la tinta en los pozos. Hay días en que muere y al nacer es otra cosa. No sé si es o si se hace a mi me suena acaso me la evoca. No sé su nombre ni su forma ni su lengua. A veces suena y al sonar la veo desprovista de significado como la música pero no de sentido su sentido es existir. No tan hondo no tan cierto así liviano y caprichoso inútil peregrino y de ambos sexos. La palabra y su contorno su condena su figura y al final como siempre
un sonido
perforado
por la expresión pre(im)precisa.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Guía práctica para entender la metáfora

Que me juzguen los letrados, la poesía es bosta. Así como lo digo, bosta, excremento salido del más animal de los culos. Bosta, bosta en sentido estricto: algo se ingiere (supongamos pasto), se mastica, se mete entre las muelas, molesta al paladar, raspa, y se termina por tragar; pasa por el esófago, la tráquea, el colon (se entiende que la idea es citar a la medicina a riesgo de no ser fielmente científico)… y al fin se digiere; y al tiempo se elimina, se dilata y contrae el esfínter, y sale en forma de bosta el pasto ingerido aquel. La poesía es esa bosta. Aquí termina la metáfora (la escatológica metáfora) y empieza la explicación, innecesaria por cierto, pero práctica.
La expresión contenida en cada una de las líneas de un poema, la significación implicada en el total de la poesía, se reduce a ese material que entró en uno sin permiso y nos revolvió, para bien o para mal, los órganos ya mencionados (o los que en verdad se vean involucrados en el proceso de digestión). Todo lo que comemos, “comemos” opera como metáfora de “lo que nos pasa”, va afectándonos el organismo, “organismo” opera como metáfora de nuestra vida, o mente, o psicología, o vida interior, o humor, o simplemente organismo.
Eso que nos va pasando entonces nos modifica, nos engorda, nos enlentece, nos alegra, nos molesta (la posibilidad de que nos “engorde” hace referencia a la metáfora anterior en la que “cosas que pasan” era reemplazado por “lo que comemos”).
Entonces la materia se va digiriendo -entre líneas digo aceptando, madurando- (entre líneas es metáfora de “es metáfora”). Hasta que se va aprehendiendo eso que fue modificándonos.
Luego llega un día en que eso, todo eso o parte de eso -eso no es metáfora-, sale por nuestro querido y casi testicular ano, o trasero, o culo, o –metafóricamente hablando- trastienda.
Eso que salió, ese producto, bosta en el caso de las vacas, es nuestra poesía. Nuestra poesía, mejor dicho, nace así, como sale nuestra mierda. Es el resultado de un sistema digestivo, de una alimentación anterior, y de una explosión expresiva ulterior (casi metáfora del acto de defecar, en este caso metáfora de “escribir un poema”).
También puede que el poeta sea un fingidor (eso es la “bosta”, buena bosta, de Pessoa), y que no haga falta todo ese proceso de asimilación y digestión del que hablé antes.
Qué sé yo, digo por decir nomás, a ver si algún despistado entiende de una vez por todas qué es una metáfora y deja de preguntar “¿cómo que la juventud es la flor de la vida?”. A ver, de paso, si algunos otros dejan de hacerse los filósofos por explicar de manera rebuscada el significado de la palabra metáfora. A ver, digamos, si al leerme me doy cuenta de mi estupidez.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Los barcos



Que los versos sean por amor
y arrastren sueños
si es que han de arrastrar algo









Primero decidieron de a dos
seguir pensando de a uno,
y dieron al sonido del silencio un motivo
y una ausencia.
De ella nada se sabe
mas que el bienestar y el sueño
y alguna que otra mención de ante pasado.
Él quiere pensar que es cierto
acertado
y hacer como si nada:
vivir, menospreciar y encandilarse.
Puede también entretenerse
y leer solo el tiempo que antes leía con ella
y más tiempo también.
Incluso puede soportarlo.
Desde el fondo evita el pero
jura que lo esquiva, que lo frena
y sin embargo llega
tarde o temprano
como si fuera una estación más.
Lo que no puede es todo el resto
saber que hay resto
o saber que en realidad sí puede.
Imagina que es un lagarto
pegado al piso
arrastrándose por el barro
que es su mármol habitual
y tosiendo infantilmente.
Es el lagarto de piel curtida,
de estómago de roca
de barro tatuado a las claras de un amor.
Ve partir un barco con sus ojos de esquimal
en piel de reptil en pies de cocodrilo en jaula de pantano
y recuerda el verso que no existe
la sinfónica batracia que lo hizo hacerse rana
lagarto o coyote
y ya nunca más humano.
Cuando aun recordaba los nombres
veía irse el barco y pensaba en barco y en despedida
“en qué se convirtió el perfume de mi cuarto con cama y edredón”
llegó a decir
cuando aun recordaba los nombres.

Hoy es corvina o calamar
y escribe por amor desencajado,
sabiendo que existe un motivo
y que por más que quiera negarlo
-calamar astuto-
la corvina melancólica usa tintas de su otro yo
y se expone al riesgo del poema
pensando que tal vez sea cierto
que lo escrito en agua se evapora.

miércoles, 19 de agosto de 2009

De ausencias

¿Por qué hacerla así, a la vida? Caminando por el otro lado del mundo, por donde las cosas no pasan. Transitar por el filo, por donde duele pisar y cada paso es un corte y un resbalón. Digamos por la sombra, por la penumbra elegida de nuestras decisiones. El orden no llega con lo abrupto ni asoma como resultado de un vuelco. El orden, la mente alineada con el espíritu, llega con la perseverancia suave de los justos. Llega con la fe, con algún tipo de fe, que nos mantiene siempre erguidos. Digámosle erguidos…
Con las convicciones nacen las condenas, pero también la felicidad. La convicción es el amor. Y una vez nacido, ¿qué nos queda?
Maquinarnos por deporte. Confundirnos por costumbre. Mutilarnos por saña. Deshacernos por justicia. Abrigarnos por error. Llorar por motus propio.
Y mirar la ausencia tantas horas…

Mirar la ausencia hasta que desaparezca el vacío. Sentir la nada ahí mismo, en nuestro cuarto. Hay algo que no está y lo sabemos. Algo cuya condición esencial es la de estar en ese hueco, en ese recoveco que miramos y buscamos y perdemos. Y por motus propio… Y por error, seguro error, que nos sabemos, nos perdemos, cometiendo.

lunes, 10 de agosto de 2009

El desorden de las cosas

En algún punto el desorden me enaltece, me llena de orgullo. Siento que estoy diciendo algo que no sé pero intuyo. Una especie de convencimiento de que lo excelso no necesita prolijidad. Un libro sobre otro, y estos cargados en la mesa que a la vez sostiene un parlante y una flor de plástico, puede ser, o siento que debe ser, tan digno como el catálogo preciso de una biblioteca.
Es absurdo, lo sé, y aun así imagino una garantía de mi genio en el hecho, involuntario, de que mi cuarto sea un nido parecido a una sopa o un caldo en el que todo –cual puchero– libera un aroma a poesía e ingenio, un suave olor de inteligencia y arte, un color de admiración.


La lámpara sin base, cubierta de prendas, muestra una forma uniforme de mi cuarto. El piso, regado de mi ropa, aun es piso y es armario. Un pantalón de jean esconde un calzoncillo que a la vez oculta una media que antes usé con otro pantalón y con zapatos, aunque siempre el mismo pie. En la silla marrón de cuero está sentada una campera que abriga a una camisa. Mi mano, invariable, toma a veces la campera o la camisa y genera variaciones en la moda y en la silla que a veces es silla y a veces perchero. Allí mismo escribo y veo el cuerpo unificado de mis cosas y mis obras en desorden. Allí, sobre un cinturón de tela que antes estuvo en el jean y ahora atenta contra la comodidad de mi asiento, escribo que en este instante, al corregir desde el mismo lado, mi silla es silla y es perchero y es una nueva cosa nacida en el desorden y cuyo nombre desconozco o no inventé, todavía.
En el caos surge un orden. Y hay placer en aquel que entra adonde el día anterior era un lugar en calma y hoy es Kosovo, dicen algunos, para representar el espacio en donde los sucesos terribles tienen lugar: sucesos hechos de explosiones y de muertes, pero también de heroísmos y de supervivencias. El lugar sin piso en donde la cama lo es de noche mientras de día es mesada de papeles y de fichas y de bolsos. Campo de barro que persevera en su ser, en la oscuridad incluso, corrugando las sábanas que, descubro, son sábanas que no permiten recambio.
En una mesita hay un tintero y una pluma y algunas manchas celestes instaladas. Habita un pañuelo en la barra que una la pata derecha con la izquierda. A veces quiero usar tal pañuelo y lo busco allí, automáticamente, y entonces pienso ¿y el desorden?
No hay tal Kosovo, tal vez. Digo, ¿acaso existe ese lugar llamado Kosovo al que nadie fue (nadie que lo compara con un cuarto distraído, despelotado)? O Bagdad, Camboya o Iraq. ¿Existen? Siendo que caben en mi cuarto, donde nadie muere, donde incluso se generan nuevas formas de existencia y de renombre, yo me permito preguntar si existen. Y llegaré un día a Medio Oriente pensando en mi cuarto y en el caos y no voy a encontrarme en casa, sólo en casa, porque el desorden de las cosas es natural e inevitable, como el hecho de que sea siempre la misma mano la que toma la campera, convierte el perchero en silla y vuelve abrigo el trozo de tela al que me refiero al decir campera. Tal vez es nylon, qué más da, si el material -desorden y variaciones de por medio-, se transfigura en objeto.
Quizás mi remera sea piso, y el suelo mueble y el armario cama. Y Kosovo, Bangladesh o Myanmar adjetivos funcionales que nadie sabe por qué usa. La diferencia en todo caso, especulo, será decir que acaso, al pisar y ver Kosovo, alguien pueda pensar en mi cuarto. Y es porque el desorden de las cosas tiende a unificar el espacio, y así perseverar en su ser, y así volver a ese mundo de un solo paisaje, sin distancias, al mundo sin moldes -acategórico- que en realidad nadie vio.
¿Será por eso que me enorgullece el desorden?

viernes, 31 de julio de 2009

Caído del pelo de Roberto Bolaño


Según la etapa del año, la estación correspondiente al momento de vida, el hombre minimamente sensible se adueña de una obra particular. Mucho adjetivo, cierto. Repaso: dependiendo de nuestro presente, la obra de arte que nos conmueva. Es decir, la obra que nos conmueva; ergo obra de arte. El arte es, sumemos definiciones al montón, el don construido de conmover. Subyace: no hay tal don. Aclara: conmover no supone lágrimas ni espasmos, no necesariamente. Yo me conmuevo desde el pensamiento. Se me presenta una idea, la comprendo o no, la doy vuelta y llego –tal vez– al éxtasis de saber que pronto, ese día y el que viene y el siguiente y el otro ya no voy a poder pensar más que en eso, en esa idea, en ese mundo, en ese repetido –repetido como mis palabras– concepto que flota en el aire y se mete por los poros y llega a las profundidades.
Una de las últimas poesías que dio con ese sistema, propio, corresponde a Roberto Bolaño. Su escritura, en este caso lejos de la mía, es una escritura desesperada. Muchos dicen que era por la cercanía de la muerte, porque el escritor sabía que su destino –como el de todo hombre– iba a llegar más temprano. La diferencia radical de su muerte era la condición de predecible, la fecha aproximada de defunción. Pero su genialidad, y ahora entra mi admiración al ruedo, radicaba en su genio; llano. Digo: su don no necesitaba ser construido, y aun así lo construyó. Vivió para la literatura, y sólo muy poco de la literatura: diez años de cincuenta, matemáticamente injusto. Jorge Herralde, su editor, dice que Bolaño sabía de su importancia en la literatura, “era muy consciente de su lugar”, dijo. Yo no creo que haya existido dicha conciencia, o quizá sí, pero -poniéndome intimista- pienso que no pudo imaginar el espacio de reserva y privilegio que le ofrezco en mi humilde biblioteca. Claro, yo no hago a la importancia; a menos que, como sostiene Pessoa, haya tantos como yo pensando exactamente lo mismo. Y en el idilio en masa surgen los intocables.

Darío Jaramillo dice que el autor de 2666 era un escritor de un solo truco, "dueño de una prosa demasiado simple, de tipo: yo Tarzán, tu chita", agrega Fernando Vallejo (Vallejito). Así lo leen ellos, suponiendo que lo leen, y así lo definen: categóricos.
Bolaño era poeta, mago, creador y amante, dueño de una relación física con sus libros. Y si fuera mago de un solo truco –ítem que ni es preciso refutar, basta con leer su vasta obra (que contiene poemas, cuentos, ensayos, novelas breves, novelas monumentales...)–, ese truco solitario alcanzaría para derrocar a cada uno de los nimios escritores que lo nombran, y a los cuasi grandes, y a los aspirantes y a todos. Un truco que aterriza y vuelve a volar y arrastra todo a su lado y es capaz, incluso, de acribillar sin pausa a las dictaduras que azotaron Latinoamérica… Y caídas las dictaduras –presas de ese truco irrepetible y único, en eso acierta Jaramillo– caída también la obsesión del boom y por el boom latinoamericano.
En fin, las virtudes de Bolaño son muchas y variadas. Para otra ocasión quedará la realización de un trabajo extenso y detallado sobre su figura e importancia. Por lo pronto presento aquel poema, Los Años, que tanto (o tan poco pero tan fuerte) me conmovió y me conmueve.

Los años (Roberto Bolaño)

Me parece verlo todavía, su rostro marcado a fuego

en el horizonte

Un muchacho hermoso y valiente

Un poeta latinoamericano

Un perdedor nada preocupado por el dinero

Un hijo de las clases medias

Un lector de Rimbaud y de Oquendo de Amat

Un lector de Cardenal y de Nicanor Parra

Un lector de Enrique Lihn

Un tipo que se enamora locamente

y que al cabo de dos años está solo

pero piensa que no puede ser

que es imposible no acabar reuniéndose

otra vez con ella

Un vagabundo

Un pasaporte arrugado y manoseado y un sueño

que atraviesa puestos fronterizos

hundido en el légamo de su propia pesadilla

Un trabajador de temporada

Un santo selvático

Un poeta latinoamericano lejos de los poetas

latinoamericanos

Un tipo que folla y ama y vive aventuras agradables

y desagradables cada vez más lejos

del punto de partida

Un cuerpo azotado por el viento

Un cuento o una historia que casi todos han olvidado

Un tipo obstinado probablemente de sangre india

criolla o gallega

Una estatua que a veces sueña con volver a encontrar

el amor en una hora inesperada y terrible

Un lector de poesía

Un extranjero en Europa

Un hombre que pierde el pelo y los dientes

pero no el valor

Como si el valor valiera algo

Como si el valor fuera a devolverle

aquellos lejanos días de México

la juventud perdida y el amor

(Bueno, dijo, pongamos que acepto perder México y la juventud
pero jamás el amor)

Un tipo con una extraña predisposición

a sobrevivir

Un poeta latinoamericano que al llegar la noche

se echa en su jergón y sueña

Un sueño maravilloso

que atraviesa países y años

Un sueño maravilloso

que atraviesa enfermedades y ausencias

miércoles, 22 de julio de 2009

Una noche bizarra


La ONG Make a Wish organizó una cena de máscaras (Mascarade la llamaron) y yo estuve ahí, no pregunten cómo pero estuve ahí. Fue raro, y lo publico para ver si funciona esto de publicar videos.

Buenos aires cae


Recuerdo un dia en Asia, en Malasia precisamente, en que viajaba en colectivo y tuvimos que detener el viaje por un tronco caído en medio de la ruta. Me acuerdo que pensé: que incivilizados. Parece que todo vuelve, y más cuando vivimos propensos a pensar idioteces.

jueves, 16 de julio de 2009

Condiciones de una boca

Estoy casi muerto y me resisto. La indefinición atroz de los instantes finales. Me resisto a la tempestad de los impulsos. Y a la cadencia triste de las letanías. El silencio no me extraña -diría entonces-, el silencio es lo preciso. La vida mía y dada con mentiras a otros otros no es la vida real de mi centro corolario.
Imágenes del verbo. Vera instancia de suplicio. Callo por el foro mi mudez. Estoy casi muerto y me resisto.
La boca y sus inercias...

jueves, 18 de junio de 2009

Sensato

Y lo descubro así… … … …
Mientras camino
Piso las baldosas y pienso
“en qué estoy pensando”.
Esto es una poesía
Lo supe entre Callao y Riobamba
Con las manos colgando y el cuerpo hacia atrás
Avanzo reclinado
Como algunas vidas
Yo también siento los ruidos de la calle
Y me asusto con los golpes fuertes de aquel camión que siempre está
Cuando piso el paquete de cigarrillos vacío

A veces me pregunto en qué estoy pensando
Qué quiero hablar con mi papá que no lo hablo
Qué me llama la atención que no lo veo
¿Soy sólo un tirador de dardos?
¿La palabra precisa y agresiva para lograr la furia?
Creo que soy ciertamente oportuno

lunes, 1 de junio de 2009

Emanafesto

1. Si hay algo que no funciona en literatura es el egocentrismo. Si la estadía no es fuera de uno, la distracción no es provechosa. Hay que ser receptivo del mundo y negador de nuestras ideas. Y así encontrar nuestras ideas. Hay que nacer y morir y nacer. Es cierto.
Y después llegará la eternidad, en el olvido.

2. Hacerle caso a los raptos de insolencia y creer en el resultado es un buen ejercicio. El ejercicio es un buen entrenamiento. El entrenamiento entiende de metas superiores a sí mismo. Prepara para lo que vendrá. Nunca es objetivo, siempre medio. El debate es conocido. Hacerle caso a los raptos de insolencia y creer en el resultado es sano para el mantenimiento del blog, del diario o del chiste. Ergo: el blog, el diario y el chiste son entrenamientos.

3. La decadencia del imperio americano es un nombre pretencioso para una película, por más buena que sea. Así podría llamarse, por ejemplo, un libro de historia.

4. Las lechuzas amarillas pueden enloquecer a cualquiera. Nunca miré a una lechuza real a los ojos, pero siempre se las dibuja inquietantes. Algo han de tener.

5. En poesía sólo existen reyes. Los mediocres somos quienes damos vida a la corona. Y nos contentamos entre nosotros. Los reyes, a su vez, por ser reyes de poesía piensan que son plebe, y se mezclan con nosotros. Y nos confundimos. Y algunos, dados con jolgorio a la confusión, pasan a creerse reyes. Pero las cosas que quedan de manifiesto son sólo las palabras de algún rey.

6. Queda de manifiesto que las mariposas son flores en movimiento perpetuo. (Nicanor Parra)

jueves, 30 de abril de 2009

De los inicios que no escribiría Macedonio, de las formas breves, y de las matemáticas para escritores (o la ironía gastada)

No tiemblo, ni siento escalofríos, ni se me ponen los pelos de punta. La verdad es que no hay una reacción física para la indignación. Sólo la cara poco amistosa de cada uno y el argumento en contra de la imprecisión de turno. El resto es pura pose, metáfora seudopoética para expresar el desacuerdo.
Habiendo dicho eso, las ideas que me irritan:

1) Que los intelectuales con cierto prestigio (por el cual escriben en determinados medios de comunicación culturales) caigan siempre en el obvio comienzo de artículo sobre las nuevas tecnologías. Y escriban, hablando del romance con el libro (el libro como objeto), inicios de nota (entradas) como las siguientes: “En un momento en que la tecnología anuncia una nueva forma de leer –la del libro electrónico que se proyectaría en millones de pantallas-, los objetos cuadrados de papel con letras impresas que conocemos desde la invención de Gutenberg parecen adquirir un sello todavía más humano de lo que fue durante siglos” (Vlady Kociancich, para la guía de La Nación sobre la Feria del Libro). Suficiente. Es un solo ejemplo y si tuviera cierto rigor periodístico podría exponer más casos. Pero no hay tal rigor. Hay tedio. Basta, gente, de darle vueltas al asunto de las nuevas tecnologías. Vivan. Lean. Tiren la cadena del baño (en el cual se vive y se lee), y usen el tipo de libro que se les antoje. Yo uso papel. Y bidet. Y soy feliz así.
2) Las discusiones, las largas ponencias y el fanatismo alrededor de las formas breves. La tan gastada cita del dinosaurio de Monterroso y las mil variaciones que cada aspirante a original le propone al cuento, oración o frase. No me gustan los microrelatos. Me quedan chicos. No con ganas de más, lo cual podría interpretarse como un gesto de creación audaz por parte del autor. No. Me quedan chicos. Los leo y digo: “Ah”. Y a veces agrego: “mirá vos”. Y otras hasta sumo un che: “Ah, mirá vos, che”. No obstante el otro día leí un mini relato (digo mini para no aceptar al “microrelato” como género establecido) de Andrés Neuman. No me quedo chico. Me hizo replantear mi odio, que está más fundado en el fanatismo sobre el tema que en el tema en sí. Se llama “Novela de terror”, y dice: “Me desperté recién afeitado”. Qué decir. Aun no termino de definir si la fuerza está en el título o en la oración. Creo que el uno sin el otro perdería eficacia. Más perdería el título sin el cuento, claro; pero el segundo también necesita de esa contextualización que otorga el primero. En fin, todos los talleres de narrativa aconsejan dar detalles y no enunciar, no dar las ideas explicativamente, sino que se desprendan. Todo eso queda desterrado después “Novela de terror”. La enunciación es la clave que me permite entender lo terrible de la situación. Gracias a lo explicativo, a la aclaración “esto debe dar miedo”, yo siento ese miedo. Y nada de decir: “pero cuán afeitado estabas”, o “¿afeitado a máquina o a navaja?”, “no había cortes”. A veces hay que ignorar a los llamados “profes”. ¡Dios, que feo q a un escritor le digan profe! Yo les digo por el nombre, porque haber, los hay.
3) También me molesta bastante la tendencia esa de decir “Decálogo de tal cosa” y que al final sean 12 preceptos. Ya entendimos la broma. A ver… seamos específicos: hasta… Abelardo Castillo vale, el resto ya es trampa. Cada cual sabe si llegó antes o después de la fecha de inscripción.

martes, 21 de abril de 2009

penas

Entró al baño, cerró la puerta con llave y encendió la luz. Bajó la tabla del inodoro, tiró la cadena por si acaso quedaban restos de desechos, y tras bajar sus pantalones intentó expulsar las entrañas por su esfínter. Al ver sus intenciones irrealizables dejó de hacer fuerza. No quería cagar, ni liberarse de algo que le hubiera caído mal, quería sacarse las entrañas y la memoria de las últimas dos horas de conversación.
Quedó entonces, Alejandro, un rato allí sentado, postrado; sintiendo entrar todo el desencanto de una vida que para algunos es posible y para otros irrealizable. Sintió el dolor de lo que nunca va a suceder y dejó caer los brazos. Entonces, en un gesto romántico y cursi, lloró al menos dos segundos, sin ruido ni espasmos. Habrán sido tres o cuatro lágrimas espesas, y después se levantó junto a sus pantalones bajos.

martes, 24 de marzo de 2009

La plaza

Uno de los pies
-el siniestro-
Sobre el banco de cemento
Estirado todo,
La piel
La pierna
La columna.
Así se explica ella
-la vieja-
El paso de los años,
Con ese dolor suave
que tiempo atrás no sentía.
Hace su ejercicio diario
Y mira las palomas
(también la gente le pasa por delante
Pero prefiere no mirarla).
La vieja
-coqueta ella-
Siente que estirar en Plaza San Martín es elegante.

lunes, 23 de febrero de 2009

El tiempo y otras menudencias...

Tengo sueño. Demasiado. Y estoy desvelado. Para colmo leo una revista, un artículo de Hugo Caligaris sobre el tiempo. Me lo recomendó mi abuela. Salió en la adn Cultura (de La nación) del sábado 21 de febrero.
No sé si es o no es un gran artículo, suelo leer bien predispuesto las cosas que me recomienda mi abuela; no me interesa juzgar. En este caso, que tengo sueño, estoy desvelado y leo, pienso que es raro el tiempo y el aburrimiento. Caligaris dice que quiere aburrirse, pero no como uno se puede aburrir al leer un artículo en una revista científica sobre el funcionamiento del sistema inmune en días de sol, no. Él se quiere aburrirse de que le sobre tanto el tiempo que no sabe qué hacer. Como cuando uno está desvelado y quiere dormir, y no puede, y ni mira el techo porque la luz está apagada, y se para y se sienta y escribe en un blog que está desvelado de sueño. (Yo en realidad estoy en el trabajo, por eso no puedo dar cauce a mi sueño, me obligo a desvelarme y leo artículos).
Decía, Caligaris quiere aburrirse como cuando era un chico. Y mi abuela, que no se aburre porque corre, se habrá sensibilizado por sus ganas de tener horas para desperdiciar, para no usar, para haber perdido. Entonces me recomendó leer el artículo, olvidando que soy militante hiperquinético del hacer. Yo hago. No me puedo aburrir porque siempre voy haciendo cosas y dejando cosas para hacer en un rato, y para después y después. Vivo una especie de agenda que se actualiza constantemente, como una página de internet, como esta misma página que cada ciertos minutos me avisa que se guardó en borrador lo que escribí. Debería existir una especie de blog que, al intentar cargar una entrada, la página va borrando cada 5 minutos lo que se escribe, recordándole al escritor que en realidad es bastante malo. No existiría obra moderna alguna, pero... la gente podría dedicar a aburrirse el tiempo que hoy gasta en leer blogs... y no sería raro que el resultado fuera el mismo...
Alberto Moravia tiene una novela llamada "El aburrimiento". Invito a la gente a leerla. Nada tiene que ver con el manejo del tiempo, pero es muy buena. Es la historia de un hombre, pintor como Moravia, que se obsesiona con una mujer y no puede terminar de entender si Cecilia (la mujer, que es una muchacha en realidad) es o no es venal. No creo que nadie se aburra leyendo la novela, más bien podría pensar: "Es como "El túnel" de Sábato, ¡pero bueno!".
En fin, aburrirse o no, esa es la cuestión. Contar o no contar los segundos. Leer o no leer, supónganse, este artículo.
No lo sé... el tiempo está hecho para que la gente relinche contra él, pero termine mirando su muñeca izquierda.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Una especie de vuelta

Después de larga ausencia, de larga y placentera ausencia, vuelvo al ruedo digital.
Estuve en Chile (no creo que a nadie le importe). Es muy lindo Chile... a veces me dan ganas de escribir sobre sus ciudades. Valparaíso, por ejemplo, ese fantástico Valpo de los poetas, esas subidas y bajadas fértiles para el encanto. Valpo, y la cara se me cubre de suspiros, de ganas de estar allá otra vez.
También estuve en otras partes, cualquier lado es increíble cuando no es propio. Por hoy solo me recibo, me bienvengo e invento palabras de recienvenido.
En fin, espero que los blogs y las calles no se llenen de San Valentín... detesto esa idolatría absurda por el amor comercial. ¡Es catorce de febrero, acordate de que amás a tu novia!...
Voy a buscar versos de Nicanor Parra sobre el tema, seguramente él se burla mejor.