miércoles, 19 de agosto de 2009

De ausencias

¿Por qué hacerla así, a la vida? Caminando por el otro lado del mundo, por donde las cosas no pasan. Transitar por el filo, por donde duele pisar y cada paso es un corte y un resbalón. Digamos por la sombra, por la penumbra elegida de nuestras decisiones. El orden no llega con lo abrupto ni asoma como resultado de un vuelco. El orden, la mente alineada con el espíritu, llega con la perseverancia suave de los justos. Llega con la fe, con algún tipo de fe, que nos mantiene siempre erguidos. Digámosle erguidos…
Con las convicciones nacen las condenas, pero también la felicidad. La convicción es el amor. Y una vez nacido, ¿qué nos queda?
Maquinarnos por deporte. Confundirnos por costumbre. Mutilarnos por saña. Deshacernos por justicia. Abrigarnos por error. Llorar por motus propio.
Y mirar la ausencia tantas horas…

Mirar la ausencia hasta que desaparezca el vacío. Sentir la nada ahí mismo, en nuestro cuarto. Hay algo que no está y lo sabemos. Algo cuya condición esencial es la de estar en ese hueco, en ese recoveco que miramos y buscamos y perdemos. Y por motus propio… Y por error, seguro error, que nos sabemos, nos perdemos, cometiendo.

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