jueves, 28 de enero de 2010

Varado en Machu Picchu


Es raro. Estoy vivo. En verdad no tuve riesgo de vida. Pero fue raro. Y estoy vivo. Y cansado. Y en el aeropuerto de Lima, recién llegado de Cusco, adónde recién ayer llegué del Camino del Inca. Me encantaría decir que llegué de Machu Picchu, pero nunca alcancé el santuario. La tragedia se desató antes. ¿La tragedia? No sé. El hecho fortuito llamado naturaleza que acá mencionan como Pachamama.
En fin, después de dos días de caminata de ida (hacia Machu Picchu), y dos dias de caminata de vuelta (desandando los pasos luego de enterarnos del problema), acá estoy. Huelga decir que los dos dias de caminata de vuelta fueron mucho más emocionantes que los dos de ida. Los puentes se caían. Las casas se iban. La gente lloraba. Y yo no entendía qué era lo raro.
Con todo el respeto por las víctimas, agradezco estar bien y, si se puede ser resultadista en estos casos, haber pasado sin fatalidades por esta experiencia.
Las fotos y la angustia, claro, vendrán después.

jueves, 7 de enero de 2010

Una fiesta llamada Sandro

Su muerte es una fiesta. O al menos debiera serlo, una celebración post mortem por el héroe pop que supimos tener. Su muerte es una fiesta, así como lo fue su vida. Incluso sus penas eran una fiesta. Verlo sufrir en el escenario con la cara húmeda confundida entre lágrimas y sudor era una fiesta. Bailaba, lloraba, actuaba, sentía… Fue de otra generación, no de la mía, pero se sucedió, rebalsó en años de gloria y llegó a sonar en mi walkman, en mi mp3 incluso y en el toca discos de mi abuela. O en el de otra abuela, o en el de una tía. Su vida fue una fiesta, un festival. Tu vida, desconocido Sandro. Tu vida, lejano Gitano. Tu vida, compañero de cumpleaños, compañero de mis veinticuatro 19 de agosto. ¿Cómo fue tú vida?, ¿qué es lo que no mostraste en el escenario? ¿Hay acaso alguna intimidad que tenga que importarme?... Fuiste grande, hasta yo lo sé, porque algunos son prodigios de felicidad. Porque algunos son luz vuelta cuerpo.
Y así te vas, en medio de la fiesta que bailamos todos. Tu fiesta, tu muerte, tu vida. Se te nota, Roberto Sánchez, fuiste de América. Y estarás en el aire, entre sus piedras, su arena o el viento que agita el mar. Vos lo dijiste: “No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad, quiero que me recuerden como a la misma felicidad”… Amén.

lunes, 4 de enero de 2010

El terror no está en la plaza

Alguna vez me pregunté dónde quedaba el colmo. Y llegué, línea directa al colmo de las cosas: las plazas de Buenos Aires cerradas por año nuevo. Una evidente ínfula de primer mundo mal direccionada. Una decisión macrista-vecinal que desestima (sin mencionar desoye) el poder del espacio público. De hecho, lo vuelve espacio con público: cuadro al que se mira y no se toca…
Y yo digo: con qué derecho los vecinos de un barrio (o su intendente), deciden quitarle la posibilidad a la gente, al caminante, al vagabundo, de entrar a una plaza cuando se le venga en gana. ¿Cómo le ponen rejas y candado y terror y bronca a un patio verde?
Cómo es que nos ganó el miedo de entrar por el sendero de árboles, la suposición de que el peligro se mitiga con rejas... Cuándo fue que el vandalismo le ganó la pulseada china, mínima pulseada que nadie sabía que existía, a la libertad de pasear, como diría Thoreau, hacia una Tierra Santa.