lunes, 7 de enero de 2008

Volver

Atahualpa cantó que supo “ser gaucho entre la gaucheada y ser naides entre los sabios”.
Bukowski contó que los hombres de cierto pueblo odiaban y prohibían la existencia de otro hombre mucho más pueril y de ojos tremendamente brillantes, “the man with the beautiful eyes” se llama ese poema y se los recomiendo.
Luego me acordé de Wilde y de tantos de sus irónicos aforismos: “Cualquier hombre puede llegar a ser feliz con una mujer, con tal de que no la ame” pensé primero. Y después, más acorde a mi presente y sabiendo que debo confesar lo que confieso líneas abajo, recordé una frase que me aleja de la queja, “Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima”… No culpo a nadie que disfrute de mi viaje no tan frustrado pero sí abreviado. ..
Yo, que debía volver en marzo, vuelvo –y esto lo descubro hoy que lo confieso- a mediados de enero. El por qué es una respuesta a la pregunta que primero alguien debe hacerme, así que los libro de las explicaciones por el momento.

Pero cada una de esas frases, no sé por qué, vinieron a mi mientras volvía al hospedaje vía subway. La vida acá pasa bajo la tierra, sin reflejos de aire puro en los trayectos. Pasa, todo pasa y pasa, entre vagones que nacieron para pasar. Sólo algunos pensamientos y frases que se ocurren logran quedar. “El tren que pasa” escribió Calamaro, porque sabía que el tren es símbolo, o es e hecho el mismo hecho de pasar.

Y volvía yo en el tren con pesadumbre, mía y del transporte, pues el éxodo había comenzado minutos antes…
Piedad, y no es lo que pido sino un nombre, fue la primera de las personas en el barco de vuelta. Ella, se suponía, trabajaría conmigo en cierto restaurante. En cambio modificó su pasaje de regreso y hoy, 7 de enero, está a muy poco de repatriarse. No haber tenido trabajo era no tener la posibilidad económica de sustentarse. La acompañé al aeropuerto, callados. Escuchando el leve ruido que emite el subte a moverse, ella escuchándolo mucho más... con la precisión que te presta el tiempo cuando se acaba. Bajar de un tren y subir a otro para mí fue un acto más, para ella era el último de sus actos, quizás lo último que haría en su vida y tal vez su muerte misma. Cuando algo parece llegar a su fin, o realmente llega a su fin, la tragedia se consuma en cada bocanada de aire. No se manda la muerte al carajo como dijo el guerrillero asmático, partir es respirar la muerte misma, sentirla en los pulmones, hacerla viajar por el cuerpo y que se empape de sangre para luego devolverla al aire y que se la lleve algún otro. El funeral del volver dura poco pero es intenso. A él lo sigue un nacimiento o una pena mucho mayor: el llegar a otro punto.
De eso se trata la vida, de penas mayores y menores que se confunden con alegrías y que a menudo pierden su identidad, sin saber qué corresponde a qué. O acaso mi vida se trata de enunciar estupideces en tono de absolutismo o certezas. Momento sobre momento y mi cuento sigue siempre igual…
La abracé, dudo si con lástima o envidia. La miré y le dije que nos veíamos en unos días. Se fue.
Verla irse fue verme irme. Acordarme de cómo es volver me hizo querer más aun recuperar la dulce pena del volver. .. Sin frentes marchitas ni nieves de tiempo; sin soplo, ni vida, ni banda de sonido de alguna película inconclusa. Volver es el nombre que hoy es sinónimo de 9 días pero que mañana será de 8 y luego 7 y luego menos.

Entonces escuché a lo lejos, o en mis auriculares, a Larralde que preguntaba en verso “A dónde te irás milonga”. Yo me di cuenta de que ésa era mi parada de subte y dejé el tren, subí a la ciudad sin sol y, atravesando algo de Brooklyn, me interné a escribir mi vuelta.

1 comentario:

josé lopez romero dijo...

No se si decir "qué bueno", "me gustó" o no se qué entre otras sensaciones. Pero esto de las idas y venidas por la vida o llámese mundo, siempre es atractivo y más como vos lo cuentas. Un placer.