lunes, 6 de agosto de 2007

Confesión

Hoy necesito decir algo, es decir necesito realmente decir algo, con las venas y con la vieja sangre que ya no fluye por ellas; es decir con la garganta cuadripléjica pues no puede ni esbozar llantos; es decir -con más fuerza todavía- con mis dos ojos secos, ciegos, tristes y muertos.
Necesito confesar que ya no soporto más que su nombre se adueñe de mi nombre y de paso me arruine la estadía. Quiero gritar, desde que alguien la evocó por accidente, que es injusto lo mucho que me burla, aún sin saber que todavía existo.
Y lo peor, sin contar mi vida, es que ya ni hay suspenso, no tengo más dudas de lo que viene en esta historia inexistente. La única incógnita acaso es qué haré yo con esta rabia de nostalgia falsa, con esta tristeza por lo que nunca sentí. Melancolía por haber querido tener algo en que pensar, añoranza de recuerdos que no llegaron.
En resumidas cuentas: no sé cómo hacer para que me den una porción de mí que no esté infestada por su nombre. Ni las palabras me sirven pues sólo intento echar por letras la mierda que siento dentro, que es una mezcla de ella, con su cara, su apellido y todo lo que siendo suyo no fue nunca mío.
¿Por qué siempre lo mismo?, ¿por qué su cuento miserable haciendo fricción contra mis nervios?, y en el halo morboso de mi sufrimiento: su sonrisa de hotel lujoso haciéndome creer que es de trato personalizado.
¿Qué estoy diciendo?, ¿por qué me rebajo a la confesión de lo que no debe interesarles? Es que de allá abajo vengo y esta es mi crónica de lo que fue. Es el relato inmaduro de mi resentimiento tardío para con mi persona por no haberla convencido.
Y cuando pido olvido miento (como todos lo hacen al pedirlo) porque lo que pido en realidad es oportunidad y correspondencia a mi puta mala suerte.

Soy sol, tierra, agua y aire puro en un planeta en donde no existe la vida. Soy solo la imagen del lugar perfecto que podría haber sido de haber nacido mejor. Absurdo y prescindible, sal de mil mares.

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