domingo, 21 de octubre de 2007

Placeres

Tiempo hace desde aquella última tarde en que me senté bajo la sombra de un árbol y las hormigas me sorprendieron por el agujero de la alpargata. Más años acaso desde que caí de espaldas en la pileta del campo y sobreviví sin un rasguño gracias al amigo moho que amortiguo el golpe. Hacia atrás es eterno y clandestino el número de recuerdos. Todos son la misma nada; una sucesión de instantes triviales en los que yo simplemente estuve. La vida y yo allí dentro.
Hoy los placeres son otros, como también son otros los paseos, las personas, las horas muertas y mis palabras. Yo querría disfrutar, con tiempo extenso, de mi dedo índice recorriendo los lomos de libros en una biblioteca o librería. Yo querría tomar algo, después de haber comido, con el diario ya finalizado y mi cabeza digiriendo la mezcla con sus pausas. Querría alargar las horas y leer en paz sin el apuro de que no me quedará tiempo para escribir. Querría terminar la facultad, pero más quiero transitarla. Querría no trabajar, pero no puedo decir que no.
Ay, si pudiera ser más digno de mí, más genuino, más yo. Agarraría el teléfono sin pudor y llamaría a quien sabe que la llamaría para decirle que la paso a buscar para andar por ahí, sin mucho que hacer.
Y de tanta potencialidad me siento un plagiador, un falso soñador de las cosas que quiero cuando muchos otros ya crearon esa lista antes.
Ganas de escribir quizás, de recordarme a mi mismo que es mi manera de vivir. Algo breve en hoja blanca que extienda la cuota de mi ambición para que mañana, o pasado, no haya perdido la práctica de lo que me gusta hacer.

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