sábado, 24 de abril de 2010

Últimos instantes de mi primera vida

El nido vacío es recíproco. Me amarga tenazmente dejar de verlo todo. Cada rincón de polvo estacionado se extingue. Poco va quedando de aquel refugio. Mi casa ya no es mi casa, apenas mi cuarto parece pertenecerme un tanto. Ápice: “eres cada solitario instante”. Las fotos que antes me evocaban niño, que suplían la memoria de una infancia, hoy me reemplazan completamente. Soy en esas fotos o no soy, si es que ser es estar.
Vuelvo a oír el despertador y veo la luz que, esta vez, atraviesa otros obstáculos. Sortea las cajas que contienen la parte accesoria de mi vida, baña los estantes vacíos y llega a mí. Es mi último amanecer en esta sombra. Siento el polvo… me pregunto si se quedará acá o vendrá conmigo.
Busco mis constantes, los anaqueles con libros, las pilas de discos desordenados, mi decoración ecléctica juvenil, la ropa tirada en el piso. Entonces vuelvo a recordar las horas de los días previos y me veo guardándolo todo: las remeras que no uso y llevo conmigo, los adornos ajenos que me gustan, los dos o tres cubiertos necesarios para sobrevivir… Últimamente todo se vuelve enumeración.
Voy a la cocina, atravieso el pasillo que es lavadero y llego. La heladera no depende de mí. Me cercioro y tiemblo, entusiasmado. Prendo la cafetera. De nuevo, es la última vez que muevo esa perilla y espero a que el agua se caliente mientras pongo un vaso de leche en el microonda que nunca elegí. Azúcar mediante, el desayuno postrero transcurre en silencio.
Hojeo el diario, que llega todos los días con rigurosidad y alguien lo paga. Entre tanta parafernalia me detengo en los descuentos, casi automáticamente. Y pienso en que las prioridades son esclavas de la ocasión, y que nadie elije nunca lo que prefiere pensar o hacer, no importa lo que diga Sastre, la realidad siempre se impone al individuo.
Sigo masticando este amanecer final. No hay foto que ilumine más que la mirada empañada de lagañas. Voy dormido por mi finitud, por la finitud de las cosas, de los entornos, y vuelvo a caer en la cuenta de que esa pared de ahí, esa azul corroída, no va a significar más nada. Y tal vez desaparezca.
Ya consumí toda la nostalgia posible. Continuo despertando un poco más. Cargo una caja y veo llegar al camión. Hoy voy a dormir en alguna otra parte, que en un futuro volveré a abandonar. De aquí en más, mi vida será poblar de sentido los rincones gastados (¿o nuevos?) que antes pobló otro. Con el tiempo, confío, la realidad deje de importarme.

3 comentarios:

Alejandro Bennet dijo...

Jajajja. Alentador!

Buscas Libros.com dijo...

Hola, perdón por escribirte por este medio, somos una red de librerías de usados www.buscaslibros.com y estamos recopilando información sobre blogs literarios para publicarlos en nuestra página. Ya hemos registrado tu blog para compartirlo con nuestros usuarios dentro de poco. Saludos y si buscas libros agotados, raros, etc, te esperamos por allá!

Unknown dijo...

Qué cosa el nido vacío ... El tiempo es muchas veces nuestro amigo y otras tantas nuestro enemigo... No es mi enemigo en esta ocasión, aunque no puedo negar que la realidad se impone en todo momento y deja al descubierto el paso del tiempo. Las contracciones del parto no se terminaron el día que naciste, te quiero mucho.