lunes, 1 de octubre de 2007

Oda al trabajo que fue

Lamento de hora perdida, abandonada. De un bar que ya no es, acaso por el tiempo, acaso por las monedas. Tiempo que me es dado, como anecdótico pasado, que forja tras varios capítulos, la historia de un hombre que se vuelve un desempleado. Vida y sueño son lo mismo, lo veo hoy que duermo mientras escribo o que corro mientras reposo. El bar fue mío aunque nunca lo fue, necesito recordarlo hoy porque ya no será discusión. Los troncos secos de una pared durarán siempre en la memoria derrotada de quien terminó de caminar. Fue mío pero ya no lo es, por ventura pregunto si lo fue alguna vez.
Remedio de hora abreviada, lenta, abandonada. Mi literatura ya es extensa, goza de tardes dilatadas. Leer parece serlo todo, ¿debiera serlo, acaso? Tiempo libre y dudas, no hay café en mis tardes.
Calendario de burlas y sospechas, la guerra, el amor, la vanidad y el resto se suceden entre semana, apretadas en diez minutos.
Nostalgia de hora ofrecida, cara, abandonada. Yo ya no soy quien supe ser. Responsabilidades de huérfano. Tilde en las letras de tronco. Salón, mesas, café… tortas, tostadas, cuchillo… mozo, cajero, bandeja… historias, testigos, clientes… muerto todo, presente que fue, ahora la vida es mi silla, mi cuento y leer.

1 comentario:

Gala dijo...

hmmm! qué podría agregar... (¿le sirve a uno, que haya quien lo comprenda?) pasan las horas y sus cuentos, queda todo... (como atrapado) en la imagEn-ación del que observa sin pasar por alto ~la insoportable levedad del ser~

Todavía hay bares para ciertos parias... ya sabés, que ibamos a juntarnos (en un momento cualquiera, en un momento condenado ya a morir)

ah, qué trágicos somos nosotros los maquinistas...