lunes, 24 de diciembre de 2007

El mal de tenerlo todo a mano

Hoy escribo desde mi computadora nueva… soy feliz por eso. Las formas de la felicidad en esto llamado primer mundo son muy parecidas a ciertas pastillas predichas por Huxley. Tomar la vida color verde, saber que el tiempo es lo que pasa y no se debe esperar para hacer mañana el gasto de hoy. Si no hay dinero habrá créditos. La opulencia es el ambiente de las calles de New York.
Yo vine buscando lo histórico y romántico de caminar por las calles que caminó Woody Allen de la mano de Diane Keaton, vine en busca del reconocimiento de ciertas avenidas que cuenta la Trilogía de New York, vine esperando que una madre gigante apareciera en el cielo y me retara por hacer cualquier cosa. Buscaba enamorarme de un bar, pedir un whisky en la barra, que una chica cante jazz de fondo y que el borracho de al lado me cuente su desgracia… Encontré un subterráneo organizado espectacularmente, tanto que la vida pasa bajo tierra.
Ellos se despiertan, se cargan sus cientos de abrigos, se ahorcan con bufandas, buscan la tarjeta de crédito y aprovechan cada día libra de trabajo para ir de shopping. Ese es el programa: salir por las calles, comprar, comprar y dejar algo para comprar mañana. Matan su pena y su desencanto con consumo, porque así crecieron, porque así se criaron. Bajo la orden del “dame dos” que no tuvieron en su patria. Pero lo suyo no es angustia sino inquietud, ganas de algo nuevo y que dicha novedad pase por la novedad mundial y no por el hecho de ser algo que antes no tenían.
El desencanto de una vida sostenida, la terrible historia de saber todo tu futuro. Ser del primer mundo, del mandatario, cuesta caro. Ellos están acostumbrados a pagar de todos modos.
Yo intento no caer en eso, pero ya dije que escribo desde mi nueva computadora. Yo intento no adueñarme de esa vida, pero dije que estoy contento con la compra. Y me acuesto lo más temprano que puedo, cuando llego del trabajo, para poder despertarme temprano al otro día y hacer algo antes de entrar a ganar plata. Pero el despertar se me estira y sucede a media mañana, temprano pero no tanto... entonces ya no salgo sino que me relajo antes de ir al restaurante para volver a trabajar, para luego volver a volver a dormir nuevamente temprano para, al otro día, desencantarme otra vez porque no es suficientemente temprano.
Pero la vida apremia. Ahí, en ese instante minúsculo en el que uno identifica sus raíces, se aprecia todo el tamaño de una convicción. Yo sé quien es dueño de mi vida, yo sé ser yo. O debo saberlo al menos. Entonces tomo la computadora, nueva o no, y escribo letra a letra lo que servirá de anestesia. Lo dijo Borges, la literatura es una las formas de la felicidad. Yo ya volveré a ella. ¿Hablo de literaturas o de felicidades?

2 comentarios:

Diego M dijo...

Que pedazo de ensayo!!
Sos diferente a ellos desde el momento en que podés analizar su conducta y tomar distancia. Pero el consumismo es así, a veces uno también se deja llevar y termina cayendo en la tentación del shopping...
Saludos y mucha suerte en tu aventura por las tierras del tío Sam!

Diego M dijo...

Ah! casi me olvido!! mandale saludos a Jerry Seinfeld si lo cruzás! jajaja