sábado, 27 de marzo de 2010

De cuando las iniciales son los nombres


Es, cuanto menos, curioso. De una curiosidad leve, digamos transparente (por lo claro), aunque no, más bien fluorescente y burda: bajo el signo de la evidencia. Y dicha peculiaridad, tal vez sea una mera coincidencia, es la siguiente: cuando la editora de estas páginas me comunicó el leit motiv del número presente (este texto fue enviado a la revista DadaMini, cuyos artículos debían inspirarse en la frase “por h o por b”), yo estaba en la pausa de mi lectura vespertina. El libro era un compilado de cuentos de Roberto Bolaño, Putas Asesinas, y luego de leer el segundo cuento decidí chequear mails. Abrí la casilla y leí el mensaje de la susodicha editora. Vaya uno a saber cómo suceden estas cosas, pero por h o por b (la evocación es inevitable) suceden. Contesté el mail con un mensaje algo snob al estilo: “me pondré a urdir una prosa”; me maldije por ese esnobismo espontáneo y volví a mi lectura. Era el turno del tercer cuento: “Últimos atardeceres en la tierra”, y el protagonista de la historia era un tipo llamado, lisa y llanamente, B.
B y el padre de B se iban de vacaciones a Acapulco y B y el padre de B iban a un burdel (dice burdel), andaban en bote, conocían a un lugareño y al final se trenzaban en una pelea (aunque tal vez diga riña). Los siguientes cuentos también tenían como protagonista al tal B, o quizás era otro B, un homónimo –singular sin dudas–, escueto y recordable. También desfilan personajes como U, la mujer de U, K, la amiga de K, M, y no sé cuántas letras y afines a la letra más. Pero H, lo que se dice H, no hay ni una.
Evidentemente, en la consideración de Bolaño, el oficio mudo de la letra H vuelve imposible la mutación a nombre. Lo cual no deja de ser absurdo, dado que la H en sí misma, es decir: la Hache, tiene su cuerpo, su sonido y su gramaje. De hecho, mi Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana (Joan Corominas), define Hache como: “el nombre de la letra h, del francés hache, y éste del bajo latino hacca, modificación de ach (…)”.
De la b, mi diccionario etimológico no dice nada, pero el de la Real Academia Española señala que puede llamarse b alta o b larga, que funciona como onomatopeya de la oveja (be be o beee beee, según se quiera), y que puede funcionar como un motivo indefinido (ejemplo: por h o por b).
Queda escrito, soy un pésimo lingüista.
Volviendo a la indiferencia alfabética de Bolaño, no es improbable que el escritor estuviera reservando el bonito arco de rugby para una metáfora perfecta al bautizar H a un personaje sordo o mudo o rugbier. Así entonces reserva la B para personajes suaves y destina la V para los ciegos (en una grosera ironía), y la C para los cultos y la Y para los inclusivos y la T para los amantes del ritual inglés. Las posibilidades son múltiples y acaban donde, por h (de hartazgo) o por b (de bendición), se impone el tedio, la obviedad o la falta de tinta.

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