viernes, 12 de marzo de 2010

Declaración de admiración (o una sumisa resignación)

Me parece verlo todavía
un hombre al que nunca vi
en realidad
un poeta al que lei antes de saludar
y al que saludé leyendo.
Un poeta
latinoamericano por cierto
que vive en Europa y en Méjico
y está muerto.
Un poeta al que copian los jóvenes
y que dice cosas que hacen pensar a los árboles
porque los árboles escuchan sin adjetivos
porque los árboles saben que el conocimiento
está en las historias
que ven pasar cada día.
Un emblema y un libro
una mochila gastada y la espalda con dos marcas rojas
la piel irritada
y los músculos de la tenacidad
entrenados por cansancio.
Un hombre
con sangre india o gallega
un poeta latinoamericano
lejos y cerca
de los poetas y de los otros
del continente y los mares
una mano que sabe de letras y estaciones
y piensa
al final del día
que es imposible
si se quiere
que pueda suceder lo imposible:
volver a la vida y ser detective de homicidios
para ir a la escena del crimen sin temor a los fantasmas
ni al dolor
ni a la oscuridad
ni a la melancolía ni a las ausencias.

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